martes, 26 de noviembre de 2024

Mariánn...


Aquél fin de semana, en la campiña alegre de la mañana y bajo la sombra del manzano silvestre, me dijiste reservada, tu nombre, entre las angustias de mi ser enamorado. Así extrañado, yo te conocí donde fueron testigos las quebradas rumorosas y el silencio de tu volcán dormido pero que en algunas ocasiones nos regalaba un poquito de temor cuando despertaba y se estremecía sin ningún reparo.

Y entre tanto al contar el momento, con el ruido del rio que adornaba el cuadro, también me regalaste tu mirada serena, sencilla y tu sonrisita sin par. Quedé entonces azorado por tu sinceridad que afloraron mis sentimientos inseguros y escuché a mi corazón decirle al tuyo, cuán grande sería mi respuesta si fuera así mi amor correspondido. ¿Será tal vez que en ese instante, no me pude dar cuenta?

Pero triste estaba yo y tú tan contenta de conocerme, de saber algo más de tu amigo que dormía pensando en ti. Pero en esas eternas madrugadas, yo descubrí ensimismado que todavía vivo la ilusión de tenerte pronto antes del amanecer. Quizás entre las oscuras noches del frío serrano y la luna tachonada de estrellas, ellas alumbrarían seguramente las intenciones de mis palabras para después darte un beso apasionado e infantil…

¡Ahhh! Pero la distancia encuentra su cómplice en las entrañables esperanzas y aun así ellas no conocerían todavía qué habría de acontecer si solo por ese día, mis emociones otra vez querrían vivir. No, no soñemos ahora en castillos medievales porque hace mucho que esa atracción tuvo su nacimiento entre dos almas solitarias, ansiosas de un amor y fúlgidas de querer ser felices. Pero luego nuestro ser despertó y no tardó otra vez en encontrarse.  

Así las cosas, en el día menos pensado, miraré al sol brillante en toda su plenitud, recordaré que mi amor sincero te dio mi calor sin reparos y preguntas. Por eso, mañana sería tarde si no te lo dijera hoy. Que eres la mujer que tanto esperé, la que sueño cada noche con la calidez y sencillez de tu sonrisa...

Roque Puell López Lavalle



lunes, 25 de noviembre de 2024

La verdad


¿La verdad se encontrará entre los acaudalados? No se necesita nacer en cuna dorada para tomarlo como una virtud. No se necesita ser pobre para expresar los criterios de la humildad. Es más bien un valor que se enseña desde la niñez y entre los que son sensibles y que no acaba necesariamente en la ancianidad.

Además, tenemos pruebas en la historia. Mario Vargas Llosa, dijo la verdad al pueblo y perdió las elecciones por ingenuo. ¡Trágica sinceridad! Los persas le dijeron la verdad a Leónidas: "Que el cielo sería cubierto por sus flechas para derrotarlos en sangrienta batalla" y así fue, todos murieron peleando bajo una terrible realidad. Aquellos que la dijeron, fueron vistos como seres extraños, sacados quizás de la oscura noche pero lapidados por semejante temeridad. Su legado fue grande porque hicieron de su vida una convicción, más su existencia fue plagada de injusticias donde no existió la razón.

No así, los necios que confunden el derecho con el reclamo y al enemigo con el resentido. Al trabajo lo denigran y a los amigos los traicionan porque su aparente sabiduría no puede perdonar. No entienden que la vida les pedirá cuentas, pero al final no se llevarán nada. Morirán solos en el olvido de su gente, entre las tristezas impuestas por las costumbres y no porque lo anhelaran sinceramente. Descubrir el injerto de la mentira con la verdad y de la villanía en la nobleza, es costumbre de los hombres que no han entendido que este mundo no ha encontrado todavía su pedestal.

Así estamos a sabiendas de las mentiras, inundados por fuerza de la costumbre donde nacen los derechos, pero no son dados por el raciocinio que promulgue una Ley. ¿Quién podrá entonces salir de aquél lodazal? La razón y la virtud se encontraron, el amor y la conciencia se abrazaron, pero el sentimiento y el conocimiento no siempre se comprendieron, sería más fácil callar y faltar a la honestidad, así entonces no se podrán comprometer para quedar en paz. Pero el hombre que al hablar de sí mismo no se engaña, es un hombre sabio y por ser sabio, también es humilde. Más si no nos decimos lo que debemos corregir ¿Cuánto de imposible sería pedirle a nuestro prójimo que a la falsedad no debería de sucumbir?

Sin embargo, encontramos todavía algún remanente de fidelidad, alguna actitud de escondida bondad. Ingeniosos algunos que saben decir lo que piensan sin faltar a lo que ya está escrito. No por eso cambian si alegan tener esperanza de encontrar acierto a su intención. Fieles son las heridas del que ama pero si está el amigo para aprender que no todo en la vida es oro, podríamos decir entonces que el hombre ha encontrado lo que le falta. Algunos le dijeron a él lo equivocado qué estaba con su vida, pero era necesario para el aludido, descubrir la ignorancia en que se encontraba. Quizá hallaría más oscuridad pero él jamás podrá olvidar que alguien, si le dijo la verdad.

Roque Puell López - Lavalle


Entre tanto

            A otra tumba llevas las flores recién cortadas, hija de las circunstancias, a otros duendecillos compartirás el aroma de tus des...