Iba yo caminado por la orilla de un sendero complicado, en una selva llena de verdor y de árboles diversos. Admirando la flora que envolvía la belleza de aquellos gigantes, pasé por una estancia y vi un ganado de cebú que pastaba en la despejada tierra donde se podía observar un paisaje realmente hermoso. La manada, me quedaba mirando extrañados porque hacía ruido al cruzar por este agreste terreno pero iba presto cuidando de esta manera, no hacer tan obvia mí presencia. Hacía frío y la tarde estaba gris. La niebla cubría los caseríos que se encontraban cercanos y sabía que pronto anochecería. Sin embargo, ululaba el viento que recorría el campo pero a la vez escuchaba atento el sonido de los riachuelos contiguos a las laderas del monte y el olor a la madera mojada, me atraían curiosamente.
Y en los recuerdos que
aparecieron ese día, yo seguí marchando hasta encontrarme con un lecho
primoroso de florecillas al lado de un lago. Pero, ¡Oh, súbita sorpresa! Hallé
entre esas flores pequeñas y silvestres una que me llamaba la atención y pese a
llevar un nombre bufo porque era diferente, abrí extrañado mis ojos y…Ummmmm...
¡Qué aroma tan embriagante! Sin embargo, después de todo, yo no quise en ese
instante, llevarla conmigo porque, nunca creció en mi corazón...
De pronto, vino
a mi memoria sin querer evocarlo, el recuerdo de Amanda, una gran amiga que en
ese momento llegaba extrañamente a mi pensar. ¿Por qué me pasaría esto? Vinieron
entonces, las consabidas fronteras. Aquellas que hacían flamear las banderas de
nuestra amistad pero convertida hoy, en solamente cenizas. Quizá fueron los afectos
que nos prodigamos en ese entonces y aunque ella no era de mi país, pienso
que también que esos graciosos enredos,
solo los guardaba la diferencia de costumbres y locuciones. Así las cosas, nuestra amistad creció mucho por las distendidas anécdotas y la sabiduría de
nuestras conversaciones entre las cuales encuentro, el arreglar pronto este viejo mundo tan contradictorio.
No nos pudimos ver algún tiempo
después, pero mantuvimos extensa conversación en los correos de ida y vuelta. Preocupada
estaba por su salud y por sus sueños, extraños en realidad pero yo aducía que
aquello era el producto de su imaginación. Quizás eran de alguna experiencia en el día
pero que en la noche se deformaba por el inconsciente o por los
deseos no realizados en alguna
circunstancia de su vida. Con el tiempo, nació un interés especial por la vida
misma en la compañía del arte y la literatura donde podría terminar tal vez, en
un mutuo acogimiento. Más ella lo
interpretó mal en ese momento por una suerte de jocosas diferencias y serias desavenencias.
Nos volvimos a distanciar en un silencio compartido pensando quizá en una
reconciliación tardía por mi parte. El destino así, no podía ser de otra
manera.
Cuando ya anochecía y escuchaba el grillar intenso de estos animalillos, tuve un fuerte presentimiento. No sabía el porqué de este sentir, pero mi pensamiento voló directamente hacia Amanda. No, no era porque estaba enamorado, para mí, el amor de lejos siempre es de embusteros así que lo descarté de inmediato. Esto me llevó rápidamente a buscarla en mi computadora cuando regresé a mi casa luego de pasar este increíble paseo en las montañas que tuvo de todo, hasta las más extrañas situaciones. Pasó entonces, que pude descubrir que la suposición que me embargó, tenía un inesperado motivo. Ella había fallecido. Seguramente por la pandemia que a todos nos afectó de alguna manera, pero yo solo lo intuí porque nunca lo supe en realidad. Mi gran amigo Daniel, que era de su ciudad, me lo confirmó luego de hacer las averiguaciones del caso.
Me entristeció profundamente
cuando me enteré porque fue una desagradable sorpresa. Daniel me contó que un tiempo
antes había conversado con ella y le expresó el deseo de comunicarse conmigo otra vez, pero nunca sucedió. Así es la vida, unas son de cal,
otras son de arena, decía mi madre y no hay por qué preguntarnos por las
extrañas circunstancias que ocurrieron antes. Ya no escuché más sus ocurrencias
y su lealtad manifiesta. Tampoco se oyeron las razones que se pudieron dar por más válidas
que estas sean. No obstante, fieles son las heridas de quien la admiró y la quiso a su
manera. Fue la persona que le hizo ver la vida de una forma distinta. Amar es de
valientes y no de cobardes, los que no saben comprender la diversidad de las
vivencias...
Roque Puell López Lavalle
Click: https://www.youtube.com/watch?v=4ANlMmL91NI