Aquella mujer fue a pedir justicia al Juez pero él no quiso atenderla. Que son primero las condiciones o el cumplir los requisitos de ley, que hay que traer una copia y dos originales, que los documentos deben ser actuales, bueno, miles de trámites que eran a veces inútiles. Sin embargo, más fue la insistencia, más fue el clamor de ella pero nuevamente el letrado con pretextos leguleyos, aprobó nuevamente su indiferencia aún con la verdad manifiesta. Así entonces, nuevamente dormía en sus laureles el expediente. No era de esperarse que todavía estemos en dimes y diretes con la justicia que “tarda mucho pero llega” según el refrán pueblerino y que no debería sinceramente, ser cierto.
Pero al fin, se dio diligencia al documento y el Juez hizo justicia al infortunio. Tanta apelación y rechazo, terminó con el tedioso embarazo. La mujer entonces, agradece al cielo y recibe más que una satisfacción por todos sus afanes y sufrimientos terminando su calvario en un esperado contentamiento.
Sentencias que en el tiempo proliferan en nuestras vidas a cada momento en este mundo dispar. Laboriosas diligencias que no tienen ni asidero ni lógicas que aceptar, así es nuestro sistema judicial excluyente que alguna vez tendrá que acabar mientras no tengamos otro modo de pensar. Tienen un resultado, tienen una respuesta que apoca el ánimo y la paciencia. Bien dicho es el que manifiesta que “la esperanza que se demora, es tormento del corazón pero árbol de vida es el deseo cumplido”. Y es menester entonces, que se aplique debidamente el proceso de la justicia. Pienso que cualquier descreído que esté en una mejor posición que su prójimo, debería tener siempre la voluntad de cumplirla.
Si no tuviera el conocimiento para eso, existe el criterio y los muchos pensamientos se dieron para cumplir con lo que a todos de alguna manera experimentamos. Entonces todavía, si no se tuviera una solución, habría un recurso más al cual apelar. ¿Por qué no le hacemos caso a aquella la que nunca nos abandona? Nadie se percata de ella o de repente si en el mejor de los casos. Reyes y gobernantes, simples y complicados, ignorantes y leídos, la han aplicado y está presta ayudar al que la no la tiene. ¿Cómo se llama entonces? La sabiduría. ¡Y qué pocos la aplican!
Dicen las malas lenguas que es mejor que cualquier persona le dé la bienvenida para una mejor convivencia entre nosotros. Pero si aquél, tiene un fatal duelo entre los pensamientos y la moral, entre criterios y voluntad, entonces que la encuentre, que apele en el mejor de los casos, a su conciencia…
Roque Puell López Lavalle