martes, 30 de abril de 2024

Todo para no extrañarte


Existen los bailes inspirados en el amor cuando somos cómplices, pero también se encuentran los bailes del desamor y del encendido incienso cuando alguno se queja del otro. 

El baile nuestro, sin temor lo digo y con orgullo, nos encandila porque lo disfrutamos como los adolescentes en el estío. Pero el ballet de los complicados se guarda para el momento de la duda, tal vez de la desilusión y de la locura. ¿Sería la nuestra?

Otros contemplan el simple baile del cariño espontáneo y de las promesas porque que salen de un corazón alegre. Son los pasos de la conciencia y de la imaginación. Ellos se improvisan en los sentimientos porque lo que se canta; no se escucha, pero tampoco se buscan los vanos motivos para decir que no.  

Los bailes de los amigos también, se miran en el azul del cielo sin apego y en las estrellas, el recuerdo. Son solo bellos juramentos y los gratos encuentros de un viajero, pero carentes de una verdad. Son las mentiras verdaderas del olvido y de las palabras sin alardear. 

Por ello, me dedico a bailar hasta muy tarde, cuando la noche es azul y cuando el grillo canta. Quizá para olvidarte siempre, para no existir en tu mirada y no vivir de mis celos. Aun tengo un sentimiento y no quisiera perderte pero tu silencio largo, me dice que no lo aceptarás. Solo te esperaría en el silencio de las sombras y decirte todo para no extrañarte… 

Roque Puell López - Lavalle






Si tu corazón quisiera

 



Las tardes poco a poco terminaban en los horarios del trabajo, los momentos bulliciosos comenzaban a ser pequeños y el sol se dormía porque la luna emocionada iba a reinar. Muchos apuraban el paso para llegar a sus hogares y reuniones porque la oscuridad pronto vendría y nadie se atrevería a chistar. Las interminables filas de los trabajadores y empleados corrían raudos para embarcarse en los buses y colectivos para no esperar más en los paraderos designados. ¡Oh ciudad de los contrastes!

Entonces, mi nombre buscaba el tuyo, mi pensamiento volaba hasta tu semblante y a lo mejor sabría dónde encontrarte. Sin embargo, entre mis afanes, te hallé dibujada entre la sonrisa de unos niños que todavía jugaban en la acera de enfrente. Qué candidez, qué inocencia en sus miradas, incluyendo esas manitas sucias del tanto trabajar. Ellos me llamaron la atención por los ojitos traviesos de tu recuerdo, pero también me hicieron acordar el amor de la inocencia, ese que se perdió en el tiempo y a pesar de ello, todavía se encontraba intacto. ¿Habríamos sido quizás, cómplices?

Quizá la sombra que sigue tus pasos se perdió en lo que parecería tu silencio pero aun así me encontraba en apuros. De repente estabas escondida en el azulino del cielo o tal vez en la campiña con aquellos inmensos árboles de pino que tanto me gustaban. En ese entonces, era vario pinto el paisaje que escondía al lago azul donde solía pintar mis cuadros pero también plasmaba mis grabados en carboncillo que eran como una gran amistad sentida.

Las flores de mis lienzos podrían compararse a tus misterios que escondías temerosa para mí. ¿Quiénes podrán descubrirlos? No lo sé, será porque esas flores las encontré solitarias pues nadie las había cuidado en el bosque. ¿Quiénes las encontrarían? Me contestó el silencio. Pero en cambio, yo si tenía tu fragancia, pero no entendía el porqué de tus espinas en los tallos. Solamente sabía que en tu frente noble acompañada de tu ondeada cabellera negra,  llevabas más de una rosa imaginada pero en tu mirada serena, quizá despertaría de los laberintos del sueño que me invitaba a contemplarte.

Y sin embargo, pesaba yo, allí estabas, extasiada de tus afanes y cansada de mirones ciegos porque las respuestas no las tenías y aun, sonreías. ¡Quién te entiende! Ayer me hablabas de las bonanzas de tu pueblo, de las injusticias que atravesaban por una palabra incierta de los pasquines de los inocentes. Era toda una vorágine de promesas y expresiones bobas que hablan las verdades en toda una noche, más destilaban mentiras por la mañana. Y tú estabas descontenta allí, pero yo creía y ciertamente te admiraba…

Y así vuelvo entre las calles de los humeantes minibuses, de las bocinas locas e insistentes, entre la tarde que ya muere, entre el chirrido de los autos y las camionetas coloridas. Regresas, quizá por la misma vereda, tal vez por el mismo camino de la mañana donde se encontraron dos besos. Uno que era el mío y el otro era el de la despedida si lo recuerdas. Aquella acera que una vez nos prometió encontrarnos en el claro de las mañanas o de repente me imagino, como decían los antiguos moradores, “bajo el puente”, donde llegaba el último tren de la tarde.

¡Claro! El caballo de hierro, aquél viejo latón de recuerdos y ensueños, el contador de chismes y de cuentos, que no se olvidó dónde nos pudimos encontrar. Y tal vez allí pudiera darme cuenta de mis anhelos porque mi corazón no dejó de latir. Es más, podría robarte un apasionado beso y tal vez aparecer en todos tus sueños o en ninguno, si es que tú me dejas. Tal vez tú podrías amar a mi corazón desnudo y yo amarte todas las noches yertas, si tu corazón quisiera…

Roque Puell López Lavalle



lunes, 29 de abril de 2024

Cásate conmigo

 

De niño había conocido a una pequeña niña de ojos muy grandes, oscuros y muy agraciada. Qué maravilloso era ver cómo se mecían sus cabellos al viento cuando corría por los caminitos del parque vecino a la urbanización donde vivíamos. Su casa quedaba en las inmediaciones de la mía y no era tan difícil saber los días soleados que iba o venía de su colegio, porque casi todos mis amigos la conocían.

Ella vivía una eterna primavera, siempre se le notaba feliz y sonriente, pero resulta que no siempre era todo alegrías, a veces eran momentos de solaz y otros eran de tristeza. Con razón después la encontraba compungida y no jugaba con su vieja muñeca. Entonces yo le dije que no debería estar de esa manera porque la vida según yo, era maravillosa. Ella atenta y curiosa me escuchaba, pero un día no muy lejano, no pude contenerme y le dije muy orondo y seguro: "Cásate conmigo", pero se echó a reír sin saber por qué lo hizo. Me quedé muy confundido, yo era un niño bien parecido, educado, algo descuidado sí, pero muy varonil.

Pasaron algunos años de aquél “incidente” donde todos vivimos la vida de modo diferente. La música, los bailes y como toda nuestra juventud de entonces, esta solía ser contestataria o rebelde. De pronto, allí estaba ella nuevamente, ahora espigada, hermosa y con sus ojos soñadores de siempre, ávidos de conocer el mundo y contar las estrellas del universo. Pero otra vez las circunstancias le habían jugado una mala pasada. Las desazones y las desavenencias habían borrado su sonrisa dándole un aire cierto de romántica melancolía. Yo había crecido entonces, es más, había logrado rescatar mis anhelos y plasmar mis expectativas. Para ello había luchado sin desmayar y al verla otra vez, quise sumarla a mis triunfos personales. Recordé mi infancia junto a ella y aquél amor de niño que jamás claudicó, me llevó a conversar con ella sin ningún cuidado. Luego de algunas horas de pláticas afables, tomándola de sorpresa y sin que ella lo advirtiera, la miré a sus ojos verdes diciéndole muy seriamente: "Cásate conmigo" y se echó a reír bulliciosamente. Confundido otra vez, no entendí.

El tiempo pasó, la vida me llevó por otros caminos que me acercaron a otras conquistas en el plano espiritual y humano. Ya era otro, ya me habían aflorado desordenadamente las canas de la sabiduría al compás de mi frente amplia y resplandeciente. Usaba anteojos solo para leer cuando jamás me lo había imaginado. Los otoños habían dejado su huella y los inviernos me habían acostumbrado al refugio hogareño. Quizá habría renunciado a todo eso pero no a la primavera de mis instintos. Ellos se mantenían todavía  además de vivir un verano intenso inminente. Había tenido descendencia para que me hicieran abuelo muy pronto pero la que fue la madre de ellas, se la llevaron los avatares infelices que ya no serían de mi incumbencia.

Así las cosas, al retornar de un viaje tedioso, de pura casualidad supe que aquél juvenil amor, había retornado al país.  La magia de la memoria me trajo hermosas remembranzas y otra vez se manifestó en mí el espíritu del amor. Una extraña sensación de romántico sentimiento me colmó de ilusiones y de esperanzas. Entonces, llegó el momento de volver a vernos, la ubiqué en su casa antigua junto al parque y floreció nuevamente la amistad perdida por los dos. Pero, creí que continuábamos juntos por el recuerdo de las majaderías y alegrías de antaño y no me equivoqué.

Sin tomar conciencia, nos hicimos más amigos cada día, reíamos y peleamos como siempre, había un apego que no se apagó a pesar de la distancia. La soledad, la melancolía, la experiencia y el extrañar de su anhelada presencia, me hizo preguntarle preocupado que si el firmamento diera un giro de 360 grados y se juntaran las estrellas para dar un sola luz, potente y hermosa ¿Qué es lo que ella haría? Se mostró pensativa y dudosa de la seriedad de mis palabras no sabiendo qué contestar. 

Entonces, sin saber la respuesta, un halo de misterio nos envolvió a los dos. Sin mediar palabra, me atreví a sincerarme a hablarle. En tono muy diferente, serio e impávido, la tomé de las manos y le dije: "¡Cásate conmigo!". Abrió sus ojos grandes, miró a los míos y no se echó a reír...

Roque Puell López Lavalle


El tercer Domingo

 


Si son unas chiquillas... ¿O no lo son…?

¡¡Pero son unas señoritas!! Sí, pero no piensan

o no se dieron cuenta pero se fueron por invitación

¿Y fue de repente maliciosa e inoportuna?

II

Es que no son las celebraciones de los idos rezos y parabienes, se trata de las buenas comidas acompañadas de los manteles largos y los vinos caros.  Están lejos, hay recuerdos, sueños y nostalgias para contar, pero aún no se han escrito en la bitácora del miedo…Pero al pasar los años, los niños se hicieron hombres y en el correr del tiempo, las niñas mujeres. Me pregunté aquella vez: ¿Y qué pasó con los esos juguetes? Solo encontré uno solito, quizás el más ingrato. Era un gallito que a pilas batía sus alas y que cantaba, quizá porque era viejo, tal vez bronco y si se sentía muy gangoso. Y el único recuerdo que vi en la vera del camino de regreso a mi casa, fue la soledad y la tristeza cuando se fueron mis nenas en el día del padre. Fue el tercer domingo del mes de Junio. Se las llevó el viento, se las llevó el infortunio imbuido de mala voluntad y fortuna, de quien se decía ser la mejor de todas pero a todas luces, sin parroquia y sin cura...

Roque Puell López Lavalle

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y llegará el tiempo

Y llegará el tiempo cuando estemos juntos alguna vez, en una ciudad cualquiera, en un bar, en un día acordado pero en un mundo aparte para p...