martes, 30 de enero de 2024

Grandes hombres, pequeñas hazañas



Alida había ido a visitar a Sebastián al Hospital. Lo más curioso de todo es que ambos solo se conocían por algún comentario de otros amigos. Habían conversado mucho acerca de la situación del mundo, las amistades, de la vida en común porque incluso Alida tenía una amigo de las épocas del colegio del Sebas. Y aunque él quiso contactarse con el aparecido, este señor no pareció estar interesado en el reencuentro.

Realmente reticente la conducta de aquél pues había pasado más de 30 años de la época de colegiales que parecía sorprendente su extraña negativa. Pero así son las cosas, la gente con el tiempo cambia, aun las mentes poco desarrolladas en la muy renombrada amistad que muchas veces se suma en la cantidad de los años y en las aventuras donde aparecieron las “gloriosas épocas de antaño” pero que al fin y al cabo, no cambiaron los corazones mezquinos de algunos sobrevivientes. Incluso Sebastián mismo había tenido que renunciar a un grupo formado de ellos mismos por irreverentes y malhablados diciendo cosas que que Sebastián nunca dijo y en una mala interpretación, salió siendo culpable.

“Tantos años - decía – que nos conocemos y en el otoño de la vida, no han superado todavía la adolescencia”, pensó él de esa manera finalizando su observación.

Pero Sebas se encontraba delicado con una infección que parecía no mejorar en el transcurso del tiempo. Mucho se había hecho por la recuperación de su estado y no habían resultados halagadores. El estado de ánimo del susodicho, aunque era fuerte no daba pie con bola respecto a su paciencia pero siempre tenía la voluntad dispuesta al diálogo ya sea en relación a los dimes y diretes de de la gente o la opinión de los médicos. Nunca le importó. Lo interesante que las visitas que tenía Sebastián en el nosocomio, eran la de pocas personas que en muy poco tiempo había conocido. Rarísimo para él porque tenía dizque muchos amigos y aun su extraña familia no había venido a verlo muy seguido.

Sebastián recién conocía a Alida. No había tenido la dicha de tener una larga amistad y en tan poco tiempo, hubo una excelente comunicación pese a los días transcurridos desde la primera vez que se hablaron. Y una de las cosas que rescató en tan poco tiempo, fue el generoso presente que le trajo fuera de una afable conversación: Un kilo de mandarinas. Alfredo quedó impresionado de tan magnífico regalo “a ciegas”, quizá reservado a los grandes momentos o graciosamente como se dice en el consabido humor “a las grandes personalidades”. ¿Cómo pudo ser? Tenía mandarinas para un buen tiempo de “solaz” en el grisáceo Hospital que invitaba a tener largas meditaciones.

Recuerdo haber leído de muy niño una Enciclopedia de varios Tomos con un sin fin de historias y de aventuras. Los tiempos de formación de todo niño era leer todo tipo de literatura para ir formando el carácter y los buenos modales que un infante tendría que aprender. Entre ellos recuerdo uno que su título era “Grandes hombres, grandes hazañas”, donde relataba la conquista del Polo Norte, el descubrimiento de la electricidad, Mark Twain entre otros. Y pronto se me vino a la mente mi fallida relación de aquellos que crecimos juntos en una serie de diversas ocasiones de nuestra historia. Y la ironía de la vida te hace pensar en la disímil situación que en tan poco tiempo puedes aquilatar una amistad verdadera que se esperaba diferente en otra contadas por los años que pasaron. Así que titulé mi nuevo libro que más adelante editaré: “Grandes hombres, pequeñas hazañas”.

Roque Puell López Lavalle

Click: https://www.youtube.com/watch?v=Czsd13Mmcg0

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