Un día me convertí en un
carpintero. Apelé a los fundamentos que me enseñaron de pequeño para saber qué
madera debería encontrar y dar paso a mi obra de arte titulada: “La mujer de mis tiempos”. ¡Qué
nombrecito! ¿De qué talla tendría que estar hecha para ser una creación de tal
magnitud? Alisté la maquinaria, las medidas estaban listas, busqué los mejores
pulidores para el trabajo y estuve listo para pronto realizarlo.
Lo primero que hice fue
elegir la mejor madera para mi obra. ¿Cedro? ¿Caoba? ¿Pino? Tuve que buscar una
que me ofrezca la nobleza de su temple para que mucho después, sepa vivir para
siempre. Quería encontrar aquellos colores que en su origen sean fieles y que
fueran capaces de soportar las inclemencias de todo tipo y circunstancia.
Entonces cepillé las asperezas, enderecé los ángulos, deseché las virutas, pero
afirmé las uniones queriendo que esté todo en su punto si quería enfrentar
nuevamente mis intenciones.
Estaba quedando bella aunque
fue un menudo trabajo el corregir mis emociones, aun así, estaba casi lista. Más ahora faltaba que se
escuchen las opiniones del pueblerino y quería sentirme orgulloso de mi oficio.
Eran tantas las expectativas que tenía y sin embargo, todos estábamos atentos
al triunfo porque era el momento, según mi parecer, del término de mis años difíciles
en la esperada respuesta de una vez y para siempre...
Pero creo que ya no se podía
alargar el motivo de mis actitudes ni las formas de su valor. Y en ese momento,
todavía no podía formar en ella el rostro sereno y dulce que denoten el amor y el
perdón. Era necesario entonces, que sean expuestas la calidad de sus fibras y me
pareció haber visto una hermosa moena
amarilla en el bosque. Creo que podría recibir el halago de mis manos y el
sentir de mi alma. Pero mi fortaleza se negaba a perder. El arte que llevo
dentro y la fuerza de mi espíritu me hacían renacer nuevamente una esperanza.
Pienso que tal vez prefería
ser el artista desconocido para después encontrarla en mejor estado y condición.
Quizás quería ser el artífice famoso, el de gran renombre sí, pero sin un
sensible corazón, no valdría la pena. De cómo fueron hechas las emociones encontradas
y los torbellinos de su inestable corazón, eso es un secreto. Lo único que sé que
ahora está convertida, en una inigualable escultura de voluntad y razón, tal vez porque me enamoré de ella o porque se acabó mi pasión...
Roque Puell López Lavalle
Click: https://www.youtube.com/watch?v=tKVzm0SBYtQ
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