sábado, 21 de septiembre de 2024

La flor de la candelaria

 

Las lluvias en la primavera son inusuales y extrañas porque el cambio de estación supone una gran esperanza para un nuevo comienzo. Las circunstancias que la vieron nacer entre las nubes negras de la mentira y la mezquindad que significó el sustento, fueron los mudo testigos para que quizá se pueda encontrar una nueva conciencia.

Sin embargo, creció entre las espinas reinantes, una flor de extraordinaria valía. Una que selló la diferencia entre la tanta grama silvestre y las flores pretenciosas u orgullosas. Dio indicios de ser alguien diferente, predestinada para ser la mejor entre las muchas oportunidades que le ofrecería su nacimiento. Fue la única mujer que pudo entristecerse o dejar de reír, tal vez porque no hubo sentimientos firmes para prodigarla de amor porque el llorar no justificó tampoco alcanzar siempre su más triste instante. La vida así se lo confirmó, su sentencia no dudó en ser manifiesta y la injusticia se dio sin más miramiento para tratar de ahogar a la más valiente guardiana de los ideales.

Pero el enemigo no pudo lograr su derrota. Una Luz de esperanza se dio para conquistar y triunfar, no para que pueda zozobrar la voluntad y el sentido del fracaso. No importaron los caminos difíciles, tampoco la terquedad de lo imposible en la distancia y el tiempo, en el largo sendero del yerro. Nada de eso, triunfó de lejos la verdad.

Pasó el tiempo, conoció el romanticismo de los poetas, acaso el de los dioses de la mitología griega que únicamente tenían hijos para la guerra. Sin embargo, también pudo sortear las montañas del peligro, los abismos insondables del cinismo y fruto de ello, nacieron nobles criaturas de la expresión artística, quizás los hijos del vran amor. Leales fueron los que se quedaron después del revés y el vendaval de las maldades en pos de una víctima para el panteón frío y solitario. Malas maneras y malas voluntades quisieron de nuevo desparecer la verdad y del clamor. Y se fueron dando las cosas en el laberinto, en el ímpetu de los vientos, en las mentiras del momento y sin embargo, la casa establecida en la roca, nada ni nadie la movió.

Y la flor que pudo perecer y renegar de sus pensamientos, sola quedó sobre las marañas de la ignorancia, en la derrotada intención de los más audaces. No por eso cambió, al contrario, fue la más generosa, la más sonriente, quizá la más consecuente entre tantas mareas y caprichos de un mar indiferente. Ella envalentonada, no cejó nunca en ningún momento, las sonadas batallas del Camino, los encuentros vívidos de la felicidad y la belleza primorosa de la vida misma.

Lástima que hace algún tiempo murió y ya no está más entre nosotros, yo la conocí pero hizo una revolución de lo que más quiso y defendió. Por eso, hoy que me viene su recuerdo, me siguen gustando los aromas que despidió de su ser y de su alma. Aún es la soñadora, la conquistadora y la guerrera, ella sigue siendo para mí la más bella de todas las flores, la flor de la candelaria…

Roque Puell López - Lavalle

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