El bosque se ha reunido para una gran celebración. Está en una gran fiesta y la algarabía es de todos sus habitantes. Los grillos cantan, las libélulas alumbran la escenografía, el saltamontes organizando a los invitados y los mamíferos están alistando todo para que todos se sientan confortables y felices. ¡Es que se casa la oruga!
El rey león, se acicala orgulloso la melena y procura con prontitud su mejor perfil. La reina atiende a las crías traviesas y también está regia para la ocasión. Ordena las flores, los bocaditos, culmina los detalles, las flores y todos se sienten honrados con la tremenda pompa que se vive en esos momentos. El novio, pálido pero sereno ni siquiera imagina el nuevo rumbo que su unión alcanzará en el futuro.
Y el cortejo ensaya con delicadeza la marcha nupcial tocando sus hermosas melodías. Parece ser que todo se ha sido cubierto en su totalidad en este ambiente tan especial y para tan magno acontecimiento. La cigarra resplandece en este momento, pero igual enfrenta el futuro con valor. Todos en realidad se sienten expectantes.
Sin embargo, sin que alguien se diera cuenta, por el riachuelo que cruzaba el lugar, no muy lejos de la ceremonia, se encontraba un pequeño camarón de río que lloraba muy desconsolado apoyado en un grupo de piedras cerca de la orilla.
Un hombre cano que por allí pasaba, se conmovió al verlo tan triste y acongojado, curioso entonces, le preguntó tranquilamente: - "Te he visto desde hace unos momentos y me animé finalmente a preguntarte ¿Por qué lloras camaroncito?" -
Y él, balbuceando con sus ojos hinchados por la mala noche y la tristeza que le embargaba, le respondió amargamente sin ocultarle nada: “Oh señor, si le contara, lloro porque mis padres se fueron anoche a un cóctel y hasta este momento no han regresado".
Su interlocutor, sentido, extrañado, se encogió de brazos y mudo por la noticia, no tuvo más remedio que perderse finalmente por el sendero. Lamentablemente el pobre camaroncito, solo y sintiéndose desalentado, solo atinó a resignarse de su tremenda desgracia.
Es interesante que muchas veces la paradoja de la vida estriba en que las grandes celebraciones van siempre acompañadas de las más grandes desgracias y es menester entonces, tener no solo la palabra apropiada sino buscar un alivio a la enfermedad del alma que así, de esta manera, es encontrada..
Roque Puell López Lavalle
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