lunes, 3 de marzo de 2025

La cosecha

 

En mi último año de Derecho en la Universidad, me enteré de un tremendo caso siendo testigo y oyente de este relato:

Pedro y Mario se hallaban en una Audiencia que se dio en los tribunales del distrito. Mario inició el juicio por el abuso y la deshonra de la pindonga. Tenía que ganar y parecía que al tremendo Juez, no le pareció o no le quiso dar el beneficio de la verdad. Quizá parecía influenciado por el fiscal que sin ciencia ni lealtad a la ley, parecía detener la honorabilidad de la justicia…

“Son las palabras dichas con desamor y verdad, que siendo ella consciente en su razón, no soporta su propia debilidad, -- decía el agredido -- más cuando se guarda por muchos años la rencilla y al fin salen del ocaso, se convierten en una injusta realidad. Quien quiera ser más necio como el que quiera ser más justo, es lo mismo si defendieran a la verdad con toda tenacidad.

-                     Pero Mario, dices eso porque cometieron una injusticia contigo pero tú no puedes argüir sentencia si no tienes las pruebas suficientes...

-           “Con hechos y conclusiones, que merezcan la luz del día se merece una espléndida sinfonía Pedro, pero no hay razón en las palabras vanas y a propósito escondidas. Quién es más injusto es el que habla de sufrimientos al decir que es infligido por la deshonra, cuando eso mismo es lo que administra y de eso vive para su desdicha. En aquél busca su venganza, pero en ella regresa la desesperanza”.

Y Pedro pensó: ¿Quién habla de las vanas palabras recibidas con rencor? ¿Quién se queja ya del fruto del desamor? Cuando los agravios ahora no parecen terminar, hoy vienen de quien no le importa el respeto, creyendo así tener el derecho y la libertad. Si las penas se administraran al verdadero culpable, bien fueran los motivos suficientes para acusarlo. Pero si se tratan de absurdos y sinrazones ¿Por qué habría que condenarlo? ¿No es que la balanza dice ser la más ciega y la más equilibrada?

Al final de cuentas, yo pensé que era un cuento de nunca acabar más al final Mario, “el agredido” pudo ganar el juicio después de un argumento tenaz y elocuente. Pero yo pude aprender que los pensamientos y corazones parecieran ser inútiles. No existe cura para los demás sermones ni existen libros para tales acciones. Lo que vale es la conciencia desligada de las cadenas, de las tendenciosas mentiras del hombre de la actitud necia de la contienda. Lo que cuenta es la esencia misma del amor al ser humano. Pero si pierde o se niega ¿Quién lo podría encontrar? Más la fe no se quebranta y solo espera, para bien o para mal. Lo que se siembra al final en las almas, termina en una cosecha. Y tendrá que brotar y quizás una flor habrá que nacer, pero ¿Hay consecuencias? Sí, aquí y en el atardecer de nuestra propia existencia…

Roque Puell López - Lavalle

 

 


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