sábado, 10 de mayo de 2025

Un mal día


           Desperté con un dolor de cabeza, sin tomar desayuno, con la boca amarga y de tanto en tanto sangrante, como la herida del huraño, del parco, aquél que no habla por miedo al qué dirán de su triste semblante. Solo en la cama me puse a pensar si era la resolana del día o la luz del estar de pie, sin prisas y sin cuidados. Total, uno está acostumbrado a vivir como soldado. Así pues me bañé y me vestí para ella. Sin duda pensé en verla por la alameda de los perdidos o en el parque de la esperanza porque la medusa de mi casa estaba indignada pero así le hablé a su semblante con mi profunda mirada:

“Me encontré que hablabas con el amigo de antaño en el recibidor, con aquél ingrato de siempre que buscaba una visita para hablar de sus temores y fracasos. Te vino a conversar porque a mí no me llegó el anuncio de su llegada y me di con la sorpresa de verlo cuando iba de salida a ver a mis enredos y sentenciados”.

Al no contestarme ni una palabra, tuve que irme en un chasquido de complicaciones, en un intercambiar de religiones para un saludo realmente mediocre, falto de sentimientos y de pocas razones. Así las cosas, asenté mi sombrero, anudé mi chalina y prendí mi cigarrillo, que encendido, calmó el frío que me acordonaba. ¡Fue inútil entonces, el supuesto encuentro!

Yendo por la acera, recordaba en la variedad de mis pensamientos, el pasado vergonzante de una serie de impropias conductas y de amigos desleales. Ahí estaba el “halcón”, que de inteligente era solo el nombre porque no daba pie en bola en lo que enseñaba y menos aún en lo que se le aconsejaba. Luego, aquella maravilla de estrella, mujer de carácter según su escuela y su linaje, pero en una abrir y cerrar de ojos, aguien se llevó su virginidad en un carruaje. ¡Pobre la ingenua! Y aquél que reclamaba la amistad como una fuerte y sublime espada de la verdad y la fortuna, no se apareció nunca en la carencia y en la enfermedad, no reconoció la diferencia entre la vida y las letras vivas de una Escritura. Qué ciencia y veracidad se muestran al final al iletrado y que falsos son los muchos que les cantan palabras huecas y sin obras, a más de un desorientado... ¡Qué mentiras!

Y así fue la mañana y la tarde, penoso el caminar entre el smog y el andar lento de una movilidad incierta. Presencié el quitar de las carteras y bienes de un pandillaje que no mira miserias ni edades como antes. Porque para ellos es un placer hurgar sin trabajar pero no roban como los otros, tan elegantes y de buen semblante, con cuello blanco más una corbata impresionante.

Ahora resulta que quieren quitar el delito con el sebo presente y no disciernen que es mejor la muerte aun sin importar si se llega a la ceremonia de una capilla ardiente. Muchas son las aflicciones del justo pero el Eterno lo librará de las abominaciones del dictador ingenuo... ¿O tengo que decir que es un espejismo el afirmar que es entre nosotros los que nos sacamos el corazón entre falsas bondades?

¿Y el tiempo se detuvo? No, el tiempo no se quedó ensimismado por mis planes y desvaríos por así decirlo, no escatimó en demostrar que todos los males los colocó en una cabeza y que habría de ser el César malévolo para que de un cuajo mueran de una vez los ultrajes. Y así tampoco se irán los malos tiempos, menos las horas de llovizna que caen interminables en la vida del pobre que toca su instrumento en cada esquina. Solo sé que debí despertar de tan largo engaño, de tan odiosa letanía, de encuentros falsos de la amistad sin vida. Solo recuerdo que nací solo, que crecí en la guerra de dos mundos y que aun así no se fueron las malas horas y menos ahora poder pensar, que viví recordando, un mal día…

Roque Puell López - Lavalle



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