“Me encontré que hablabas con el amigo
de antaño en el recibidor, con aquél ingrato de siempre que buscaba una visita
para hablar de sus temores y fracasos. Te vino a conversar porque a mí no me
llegó el anuncio de su llegada y me di con la sorpresa de verlo cuando iba de
salida a ver a mis enredos y sentenciados”.
Al
no contestarme ni una palabra, tuve que irme en un chasquido de complicaciones,
en un intercambiar de religiones para un saludo realmente mediocre, falto de
sentimientos y de pocas razones. Así las cosas, asenté mi sombrero, anudé mi
chalina y prendí mi cigarrillo, que encendido, calmó el frío que me acordonaba.
¡Fue inútil entonces, el supuesto encuentro!
Yendo
por la acera, recordaba en la variedad de mis pensamientos, el pasado
vergonzante de una serie de impropias conductas y de amigos desleales. Ahí
estaba el “halcón”, que de inteligente era solo el nombre porque no daba pie en
bola en lo que enseñaba y menos aún en lo que se le aconsejaba. Luego, aquella
maravilla de estrella, mujer de carácter según su escuela y su linaje, pero en
una abrir y cerrar de ojos, aguien se llevó su virginidad en un carruaje.
¡Pobre la ingenua! Y aquél que reclamaba la amistad como una fuerte y sublime espada
de la verdad y la fortuna, no se apareció nunca en la carencia y en la
enfermedad, no reconoció la diferencia entre la vida y las letras vivas de una
Escritura. Qué ciencia y veracidad se muestran al final al iletrado y que
falsos son los muchos que les cantan palabras huecas y sin obras, a más de un
desorientado... ¡Qué mentiras!
Y
así fue la mañana y la tarde, penoso el caminar entre el smog y el andar lento
de una movilidad incierta. Presencié el quitar de las carteras y bienes de un
pandillaje que no mira miserias ni edades como antes. Porque para ellos es un placer
hurgar sin trabajar pero no roban como los otros, tan elegantes y de buen
semblante, con cuello blanco más una corbata impresionante.
Ahora
resulta que quieren quitar el delito con el sebo presente y no disciernen que
es mejor la muerte aun sin importar si se llega a la ceremonia de una capilla
ardiente. Muchas son las aflicciones del justo pero el Eterno lo librará de las
abominaciones del dictador ingenuo... ¿O tengo que decir que es un espejismo el
afirmar que es entre nosotros los que nos sacamos el corazón entre falsas
bondades?
¿Y
el tiempo se detuvo? No, el tiempo no se quedó ensimismado por mis planes y
desvaríos por así decirlo, no escatimó en demostrar que todos los males los colocó
en una cabeza y que habría de ser el César malévolo para que de un cuajo mueran
de una vez los ultrajes. Y así tampoco se irán los malos tiempos, menos las
horas de llovizna que caen interminables en la vida del pobre que toca su
instrumento en cada esquina. Solo sé que debí despertar de tan largo engaño, de
tan odiosa letanía, de encuentros falsos de la amistad sin vida. Solo recuerdo
que nací solo, que crecí en la guerra de dos mundos y que aun así no se fueron
las malas horas y menos ahora poder pensar, que viví recordando, un mal día…
Roque Puell López - Lavalle
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