domingo, 6 de julio de 2025

Almanzor

 


Las callecitas eran todas empedradas y las casas estaban sumidas en el silencio de sus pocos habitantes La indiferencia era una característica del lugar que se pintaba lleno de verdor por la abundante flora pero se componía además, de una incipiente fauna. Sin embargo, se escuchaba solamente el soplar del viento que parecía perdido entre las montañas y entre las quebradas asonantes que las rodeaban. Pero así las cosas, entre la soledad reinante y las puestas de sol, vivía Almanzor.

Este personaje, encontró en la lectura y en el arte de las pinturas, las cruentas batallas de su conciencia, las preguntas de su yo ensimismado por los colores vivos y en algunas ocasiones por las letras muertas de un viejo libro de vidas medievales que siempre leía. Pensó que podría construir una vida distinta si quisiera pero en el ocaso, la acabarla dándole solemnemente un respiro y así, poderla terminar. Entonces, surgiría la rebeldía dentro de su interior pues creía que era el dueño de la vida porque en ella podría darle a sus personajes, un futuro prometedor sin menoscabo de un compromiso. Así pues, el pueblo podría haber sido muy solitario pero él lo miraba con desdén porque la quietud de un cementerio era su mejor inspiración y sin embargo, poco o nada le importaba.      

Fue en esas circunstancias que en su prolífica imaginación, una espada resplandeciente bajó del cielo en una forma amenazante y él no teniendo alguna defensa, cayó de bruces. ¿Era una alucinación? ¿Estaría soñando despierto? ¿Se habría vuelto loco? Eso pensó y levantándose, arremetió con ira y desconfianza pero gritando desaforado: “¿Acaso tienen ustedes una misión para mí para que tengan que mandarme solamente una espada para liderar? Hubo entonces un silencio, una quietud insoportable y no hubo por supuesto una respuesta…

Él no se inmutó, parecía que conocía el origen y el motivo de tremenda experiencia. Sin temor entonces, tomó la espada que estaba incrustada en la tierra y quiso alzarla hasta el cielo creyendo así tener una revelación inmediata ante su osadía, pero descubrió que una fuerza invisible llenaba su ser y oyó una voz profunda que le decía que debía de conquistar no el mundo de su alrededor, sino los propios abismos de su ser. Descubrió entonces que era su desesperante soledad que se encontraba centrada en el ego de su propia existencia. Vio después que no eran los tesoros extraños que debía arrancar de otras tierras, no, ahora tenía que enarbolar sus propias banderas y pelear las batallas de su propios pensamientos que ahora lo angustiaban. Al saber esto, no pudo sostener más la espada entre sus manos y cayendo otra vez bruscamente hacia atrás, quedó  invadido de en un profundo sueño. Las horas parecían interminables, nada parecía cambiar pero anocheció rápidamente y sintiéndose el frío acostumbrado de aquellos lugares, la luna llena no tardó en reinar…

Al día siguiente, unos pastores lo encontraron casualmente y asustados fueron hacia él y lo vieron maltrecho. Lo reanimaron echándole agua fresca en su rostro y el escritor pudo sentir recién una tranquilidad que invadía su alma. Luego sonrió dirigiendo su mirada al cielo y los pastores se sorprendieron no creyendo lo que le acontecía. Almanzor había sufrido una terrible depresión y no estaba ecuánime.  En ese instante, fijó sus ojos al pueblo perdiendo su mirada en el inmenso bosque.  Sin decir una sola palabra, cerró sus ojos para siempre sintiéndose feliz. Se fue conquistando a quien un día, lo abandonó…

Roque Puell López - Lavalle

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