Las palabras dichas con desamor y con medias verdades, son las que causan decepción y tristeza por quien las dice y las sostiene. Por eso cuando aquella deslealtad se guarda en el tiempo saliendo luego a la luz, brota la desconfianza. ¿Quién es el más necio como el que quiere ser más justo? Porque es igual si defendiera a la verdad con tenacidad porque tarde o temprano merecería la luz diáfana de un nuevo día, pero no necesariamente por sus palabras vanas y escondidas. ¿Quién es el más injusto como el que habla de sufrimiento cuando afirma que él no puede amar? Que la carencia de aquella virtud no se mella por la deshonra sino por un egoísmo disfrazado de piedad. Así el ego en su contentamiento, se gobierna él y de ese alimento engañoso, muchos viven felices.
¿Quién hablaría hoy de las vanas palabras recibidas con rencor? ¿Quién se quejaría del fruto del desamor? Nadie, porque cuando los agravios ahora no parecen terminar, hoy vienen los dizque moralistas de quienes no les importan el respeto y los valores, creyendo así tener el derecho y libertad de criticar a los demás. Si las acusaciones en el juicio, se le imputaran al verdadero culpable, bien hubiese motivos suficientes para condenarlo. ¿Por qué habría de ser perdonado? Pero si se trataran de esas culpas absurdas, más las mentiras sin ninguna base de razonamiento, la justicia se tornaría ciega y desequilibrada.
Pero así las cosas, los pensamientos rectos y los corazones justos, parecieran ser inútiles. No existe cura para los demás sermones, ni existen libros para tales acciones. Lo que vale es la conciencia desligada de las tendenciosas mentiras y la actitud necia de los contendores. Lo que cuenta es la esencia misma del amor al ser humano sin pretextos ni excepciones. Pero si se pierde o se niega la realidad, ¿Quién la podría encontrar? Más la fe no se quebranta y solo espera para bien o para mal. Lo que se siembra al fin, en las almas, una cosecha tendrá que brotar, un tallo habrá de nacer y alguna flor tendrá que prevalecer, sea en la vida de bondad o sea en sendero de la maldad. Tal vez ocurra en el más absoluto silencio o quizá lo veamos en en el bullicio, pero siempre habrá consecuencias, aquí mismo y en la eternidad...
Roque Puell López - Lavalle
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