Nuestra existencia está llena de diferentes momentos que a veces no alcanzamos a entender. Sin embargo, podemos disfrutar de días felices y también de algunos días sombríos pero siempre hay un propósito y al final hay una esperanza en Aquél quien nos creó. Dependerá solamente de nosotros. ¿Qué piensas de todo ello? ¿Nuestra vida es un azar?
viernes, 28 de febrero de 2025
Richi
martes, 25 de febrero de 2025
La calle está dura
-
¡Las cajuelas están vacías muchachos! -
-
¡Pónganlas en su sitio! -
Exclamaba
el airado hacendado porque los cafetales ya habían sido bien cosechados y los
mejores granos fueron escogidos para el beneplácito de todos ellos. Los
trabajadores cantaban muy alegres por el buen rebusque y por las buenas
ganancias que tendrían la Hacienda en el Occidente del Departamento. Esto se vio
en el país de los contrastes, en el campo de las viñas y de los olivos, también
pasaba en el engreído terruño de los encumbrados.
Y
sin embargo, el labriego encargado, estaba como enfermo y muy callado. Era el
corazón del cuarentón Amadeo, hacía mucho que le iba fallando pero de la
tristeza y de la congoja. Entonces su hija y su familia, al verlo de esa
manera, se sumaron prestos al carromato de las penas, al llorar mundano, a las
profundas cicatrices del alma. Es que para él se aproximaba la boda del año,
las fiestas del pueblo y era su hija la desposada. ¡Al fin se esperaba la
inmensa fascinación de una fanfarria!
Sin
embargo, ¿Qué podrían saber lo entendidos de un marrano encebollado envuelto en
hojas de legumbres y especias? Nada, porque algunos están acostumbrados a la
moda de lo pequeño, quizás a lo frugal y a la novedad de los sabores, pero casi
no saben de pócimas de los hierberos...
Pero
él emprendió su trabajo con ahínco y pidiendo un mejor sustento al dueño de la
Hacienda con la garantía de un mejor resultado en aras de un mejor desempeño y
en las alegrías de un simpático evento. ¿Podrían acaso no cumplirse las tareas
de lo antes acordado? ¿Se acabarían las siembras y las cosechas de la Casa
grande por una fiesta?? Entonces, animado, le explicó con mucha fe que las
formas y los fundamentos estaban dados en más que una promesa porque eran
claras las cuentas con recursos y resultados.
Entonces,
Don Rudecindo, el dueño, contagiado del ánimo inicial, pudo prometer casi de
inmediato con las reglas del acuerdo. Y si bien, faltaban todavía algunos
ajustes, cedió ante el pedido alegremente y así se esperaba entonces, la gran
boda del año.
Amadeo
entonces, trabajó con no poco esfuerzo y responsabilidad. Entonces, buscó y
buscó la respuesta en el contrato prometido pero era imposible encontrar a Don
"Rude", porque más parecía el trámite de un recién fallecido, que un
documento extraviado. Ya faltaba poco para la fecha acordada, a duras penas se
conseguía la contestación pero él fielmente esperaba la promesa acordada. Ah,
pero más hubo noches sin luna llena y más fueron los silencios del fantasma que
nunca se sabía con certeza dónde estaba.
Así
fueron decayendo los ánimos y llegando el fin de la espera, nunca apareció la
figura del dueño. El labrador estaba turbado y el corazón le iba cantando la
frustración. Y así, tan parco como era, con su sombrero de fieltro inclinado en
la cabeza y con un cigarrillo prendido a medias, reflexionó entonces sentado
entre la puerta de su casa, entre las gallinas que a pocos venían a comer de su
mano:
“Quizás
en los sueños del hacendado nunca aparecieron las barbas del trabajador ni la
desdicha del mendrugo en una mesa de madera vieja quemada por el sol reinante.
Menos aún el sentir de una mano amiga en los días del albur. Adiós quizá al
laberinto de sus decisiones o el pensar mejor de cuál sería el mejor criterio,
el suyo o el mío. Pero al fin usté subió al tren del olvido, a la ventana del
camino extraviado, aquél que ya no se vuelve ni aún para recordar… Tal vez la
conciencia es la que no lo deja tranquilo y abrumado por los años, no sabrá qué
contestar, pero mejor hubiera sido atarse una piedra de molino al cuello para
que lo profundo de la laguna, se lo pudiera tragar. Mire usté: Mejor es dar la
palabra que se pueda cumplir, antes que la ingratitud le invada, para no
concluir”. Terminó su reflexión melancólica botando a la par de las gallinas,
la colilla amorfa de su cigarrillo.
No
obstante, en el otro lado de la estancia, entre los silencios de las cañadas,
muy lejos, se escuchaba la voz de queja de un estribillo:
--
¡La calle está dura! ¡La calle está dura! ¡La calle está dura! --
Le
dijo la mente y la poca razón al huidizo hacendado entre las otras acusaciones
sin sentido por la inconsciencia y por el dolor que experimentaba. Exclamó ido
y convencido, repitiendo lo mismo el mal portado arrugando con sus manos
algunas hojas secas que había arrancado nervioso de un árbol cerca de algunos
matorrales.
El
campesino no podía creerlo. Don "Rude" ¡Había perdido la razón! Con razón
estaba no habido. Todos se habían enterado recién cuando lo encontraron
maltrecho y solitario, muy distante de su casa. Pero nunca tuvo la amistad o el
reconocimiento de propios y extraños porque el tiempo se encargó de hacerlo.
Más
el guaso, tuvo por fin, la boda esperada. Tuvo la ayuda de la hija mayor de Don
Rudecindo y sus compañeros de trabajo para el esperado evento. El recién pudo
sonreír y sentirse satisfecho por su buena “suerte”. Pero la hacienda no prosperó. Al pobre hacendado,
ya recluido en su propio hogar, le habían puesto el mote de “casa - sola” por
su irreversible condición. Fue algo extraño que reinara en él, un terco y
engañoso sentimiento en su conciencia perdida hasta que llegó el tiempo de su
propio funeral acaecido tiempo después de la boda pueblerina de la hija de
Amadeo.
Fue
un casamiento tan sonado y esperado que muchos la recordaron por una
coincidencia fatal porque nadie pensó que las cosas del destino se iban a dar
de esa manera.
Roque Puell López - Lavalle
La flora
Mi testigo hoy será la noche oscura
¿Por qué el viento silba y crece?
Ah, es por el frío de la montaña,
y por la flora en
el campo,
que ahora luce cabizbaja…
II
En el silencio de las sombras
existe un gran misterio,
en las palabras que no se dijeron
y por tu frágil sonrisa sin esperanza
que se perdió en un laberinto.
III
Vino la soledad que llegó a mi alma
pues ya no tuve tu dulce alegría
y quisiera verte para reírnos juntos
o volar por las brisas del viento.
¿Por qué no vienes conmigo?
IV
Pero creo que será inútil mi especial sueño
y vano también sería mi querer sentido
pues me di cuenta que no me quieres
pero tampoco lo deseas…
V
Más tonto soy ahora, que todavía te deseo
pues sin qué ni por qué, me ilusioné contigo.
Es como si yo fuera un niño en rebeldía
o como si fuera, un león herido...
VI
Aun así, en mi árido destierro, pensé en tí,
haciéndome las mismas preguntas...
y casi con las mismas respuestas.
Con mil tristezas en mi corazón
y el perder de mis anhelos…
VII
Y en tu simple adiós quebrado y sincero,
me despido sin las bobas palabras
que en esta ocasión se dicen.
Porque sintiendo ahora la noche aciaga,
todavía podría extrañarte en silencio.
Más yo creo que olvidarte sería mejor;
oh sí, pero sin tanto aspaviento...
Roque Puell López
Lavalle
viernes, 14 de febrero de 2025
El tren
La
mañana amanecía tranquila como siempre en la gran ciudad. Todos despertaban de un merecido descanso porque el día anterior se vivía entre los jirones y los trajines. No
por casualidad los así llamados “lechuceros” venían tan cansados de sus oficios, que siempre terminaban
en los dimes y diretes de sus hogares, por decir lo menos..
André Villa Rizzo, se encontraba en la Estación de Desamparados donde esperaba el tren para embarcarse hacia el pueblito de San Mateo, aquel minúsculo destino enclavado en la sierra de Lima. Estos armatostes que servían de transporte en la vieja ciudad, fueron la inspiración del dictador de turno cuando nuestro administrador frisaba ya los 50 años y se había convertido con el tiempo, en un ejecutivo muy responsable habida cuenta que solo viajaba de Lunes a Viernes para cumplir con sus obligaciones.
Pero André Villa estaba acongojado hacía algún tiempo. Sufría del mal de amores y se abstraía insistentemente diciéndose así mismo: “Ya ves, solo puedo quererte en mis versos, anhelarte en mis oraciones y tenerte en mi imaginación”. Lo repetía vez tras vez pero sus compañeros de trabajo, le expresaban que su amor era una gota de opio, una copa de sueños que bebía tiempo atrás por la mujer del abanico. Pero André no sabía lo que ansiaba, su alma gritaba pero su boca estaba en silencio porque no deseaba proferir palabra alguna. Según él, no podía quererla porque de sus manos huyeron las caricias y como no pudo darle un beso, cayó en el desaire de no querer encontrarla de nuevo. Carmela, su mejor amiga, le decía que busque una mujer que lo valore pero él solo se aferró a sus locos deseos y no quería que lo despertara.
Solamente pasaron algunos años y su recuerdo empezó a descender, acaso por la sorpresa de encontrarse con Mary Ann, una amiga de antaño que se conocían de mucho tiempo pero el destino nunca se encargó de encontrarlos. André se dio cuenta que en la vida todo debía de ser recíproco y empezó a reconsiderar su estado tratando de ser diferente. Hubo entonces, un a atisbo de esperanza, Mery Ann se mostró comprensible con un tipo que no gozaba de simpatía para nadie porque ni sus amigos del colegio lo querían visitar. Él se equivocaba a cada rato, no era para menos, pero aprovechó la paciencia de Mery para recuperar el tiempo perdido. El noviazgo no duró mucho tiempo y se casaron al final de la primavera en medio de la algarabía de muchos y la envidia de otros. ¿Y la mujer del abanico? Mutis...
Sin embargo, André tenía que seguir trabajando y cumplir con sus obligaciones. Luego de establecerse entonces, empezó una nueva vida en la Capital. Muy temprano por la mañana, se vistió como de costumbre y luego de tomar un desayuno espléndido preparado por su abnegada esposa, se dispuso a tomar el tren de las seis a.m. Llegó a su oficina muy orondo y puntual como en sus mejores tiempos, pero encontró una notificación encima de su escritorio. La abrió apurado pues esperaba hacía un año su ansiado ascenso y la leyó boquiabierto: “La Empresa ha creído conveniente, prescindir de sus servicios”.
Roque Puell López - Lavalle
lunes, 10 de febrero de 2025
La luz de tu volcán
Deseo admirarte como las flores, quizá que me quieras, como la primavera ama los colores. Será por tu mirada de joven impetuosa o quizá por ser una mujer sabia y hermosa. Me contentaría siquiera, con el candor de tus razonamientos y tus miedos sin sentido. Así te doy entonces, mi corazón henchido lleno de flores rojas y un mar inmenso, pleno de ilusiones. Pero tus ojos me lo dijeron todo. Tristes o alegres, me da igual. Más con el correr del tiempo solo sé que te amaría, como son mis pensamientos y como es, la luz de tu volcán...
Roque Puell López - Lavalle
Entre tanto
A otra tumba llevas las flores recién cortadas, hija de las circunstancias, a otros duendecillos compartirás el aroma de tus des...

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Mi testigo hoy será la noche oscura ¿Por qué el viento silba y crece? Ah, es por el frío de la montaña, y por la flora en el campo,...
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Ayer te vi caminando cercana a la puerta gris de aquél viejo y cercano almacén . Fue una casualidad en horarios de la tarde o del día, ...
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El sol quiere quedarse pero el año estaba viejo. A través entonces del clima insufrible, inseguro y caprichoso, el peregrino sube por l...