Me hablaron de surcar los
cielos en un viaje próximo cruzando las costas, adentrándome en los andes para terminar en una agreste vegetación de la jungla sojuzgada desde hace mucho
tiempo y convertida ahora en la esperanza de tantos. Quizá será por corto tiempo,
lo ignoro, pero sé que mi destino habría de enseñarme el lugar donde dejaré
libre mis pensamientos para conocer el nuevo y vasto horizonte que me aguarda
hasta donde llegue mi voluntad e imaginación.
Recuerdo los primeros años donde
el cielo era parte de mi vida mi
aventura y mis desafíos por cumplir. Esperaba llegar para dar lugar a mis ganas y a la misión
encomendada. Ahora pienso como ayer, con la inocencia de ser yo el protagonista
cuando la realidad era que yo era un peón más en el juego de un tablero
establecido donde tendría que honrar al rey y no destronarlo. ¡Qué tiempos aquellos!
Mis palabras se convertirían
en acciones, ellas me llevarían a formar el hábito de extender mis emociones, ampliar la felicidad que me desbordaba para no quedar ensimismado en recuerdos vanos y grotescas
frustraciones. Entonces el viaje así tendría valor, convicción y coraje porque no
me quedaría con lo que llevo dentro. Ya no
ardería solitario en mis propias brasas por no querer compartirlo porque sabía
entonces, que tenía un valor muy superior.
Antaño volaba de regreso a
un pueblo lejano en la selva. Luego de unas bellas horas de sol radiante, una
impresagiable tormenta se nos presentó muy alegremente. Parecíamos escuchar que
las montañas se rompían en mil pedazos, luego se alumbraba el cielo con
relámpagos interminables para terminar finalmente en una lluvia feroz y el ruido de los rayos. Éramos
cuatro personas y pensamos que pronto terminaría, pero no fue así.
El piloto siendo más
experimentado, tomó su carta de navegación para determinar la ruta mientras que
nosotros en realidad no veíamos nada al estar todo muy oscuro. Sin embargo,
vimos abajo de nosotros un rio el cual nos sirvió para seguir su curso ya que
ir por las montañas era una muerte segura. Felizmente se abrió una brecha de luz en el
cielo para nosotros y nos dirigimos allí entrando en ella. Nos
quedaba poco combustible y luego de un largo trecho, aterrizamos por fin a salvo pero con llovizna muy fuerte y el cielo
nublado.
Fueron muchos años atrás pero así pienso hoy, emprenderé mi viaje y conquistaré los cielos de nuevo, superando las nubosidades que nos presenta la vida. Quiero que mi corazón viva las emociones del crepúsculo y las tormenta de la noche. De repente recordarla y anhelar otra vez a la musa de mi sueño. Solo que ella tendría que recorrer al firmamento como yo lo pretendo y sellar finalmente el momento con un cálido beso dado, entre los nuestros...
Pero tendría que aprender a resurgir como el ave Fénix y no confiar siempre en el corazón porque este es engañoso y perverso, nadie realmente lo conoce. Se dará cuenta que los vacíos del cielo que se manifiestan al estar volando, son los que pretenden hacernos creer que vamos a caer sin remedio más allí estará la fortaleza de nuestro carácter y la convicción de saber Quién nos sostiene. De tal modo entonces, ya no cometeríamos la injusticia de desconocer al ser que el Creador nos puso en el camino…
Roque Puell López Lavalle
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