sábado, 11 de noviembre de 2023

Astrid


Astrid era una mujer frágil como una delicada pieza fina de porcelana. Sencilla y enamorada del amor, sus ojos claros y vivaces siempre nos llamaron la atención en la vecindad. Pero en sí, era una mujer intensa y de muy pocas palabras. Sabía reír cuando no quería y aun así se quedaba callada cuando no debería de hacerlo.

Buscaba respuestas en el amor abierto y la añoranza, quizá en el vasto horizonte de las sombras y de sus extrañas decisiones. No se enteró que la tormenta venía desde hace mucho tiempo pero esta iba rompiendo los esquemas de la esperanza y ella creyó seguramente haber encontrado una flor en el fondo del abismo.

Ansiosa entonces, deseaba encontrar el camino de regreso pero se fue de bruces al encontrar un portón cerrado que a todas luces permaneció impenetrable. ¡Oh decepción! Huyó entonces a las tierras lejanas del recuerdo, al pensamiento profano que le salió al encuentro para encontrar luego la paz que le iba a cubrir el corazón de terciopelo por la tamaña herida que le dejó la figura de un león embravecido.

Sin embargo, apareció de repente, un trovador errante de palabras sinceras y de espada fulgurante. La conocía por la magia del mar y los relatos pero vana fue su ayuda porque ni por un grito al cielo, cedió su corazón a tal vez, un nuevo comienzo. No se debe confundir la verdad con la opinión de la mayoría, tampoco el valor con el precio y a pesar de todos los desprecios, él la siguió a pesar de su silencioso empeño.

Ella continuó con su celestial destino cubierto de estrellas y delirios de grandeza e imbuidos de melancólicas semblanzas. Él se fue a las frías montañas de la Ermita, cansado estaba de las aventuras inconclusas porque ya no quiso vivir entre engreídos capitanes que no le daban fuego a su espíritu ahora solitario. Astrid entonces, vivió siempre de los recuerdos y el trovador, murió de la nostalgia...

Roque Félix Puell López Lavalle

Click: https://www.youtube.com/watch?v=K6lHH56BlRA

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