Las mismas calles solitarias, las mismas casitas viejas o tal vez polvorientas y que existen todavía en las tardes frías por el oleaje de viento, solamente ofrecen ilusiones. No obstante, apareció en Pablo una pálida silueta pero que se hizo humo en el umbral del sueño aun cuando estuvo despierto. Sin duda, se quedaron sus recuerdos, más no quería guardar lo que sentía.
En las noches, medita en su ser y sin querer apareció su pasado quejoso y casi olvidado. Enojos fueron los que surgieron de repente y un silencio extraño como aquellos ojos indiferentes de los tiempos idos. ¿Qué diría el mar embravecido por el viento atrevido? ¿Qué respondería el desprecio de quien ahora dijo olvidar? ¿Y qué dirían los años de la voluntaria lejanía y la contienda? Nada, el silencio no tiene nombre, las palabras sobran sin valía y sin sustento ¿Serán entonces, las noches lejanas que fueron experimentadas por Pablo? Solo Dios lo sabe.
Pero si acaso tuvieran que hablar las antiguas vanidades de los culpables, poco o mucho se diría por las miradas de Pablo y la abrumadora gracia de una niña mora tan despierta o temerosa que no sabía mentir. Era inútil lo que dijeran hoy las pupilas del recuerdo si se hubieran cumplido las promesas.
AIgo si era cierto después de tantos ambages y desenlaces. Era la figura extraña que apareció entre la duda falsa y la ausencia, aquél que cambió las estrellas del cielo o las esperanzas de un idilio. Fue el que que no conoció el camino recto y la lealtad qa un Mesías. Alguien que no fue sincero en las luchas por el dolor y el juicio reflejado en la pérdida de su propia felicidad.
Era el sombrío perfil de un tipo mundano, la voz elocuente y fanfarrona, como son los extraños. Era el habla envidiosa que irrumpió en el umbral de la espera. Fue como la trompeta ruidosa de una diana indiscreta, tan clara como sonaron las falsas palabras del "amigo" traidor...
Roque
Puell López Lavalle