Ante una necesidad impuesta, acude el amigo a su congénere
para que le ayude en su apremiante solicitud. El aludido aduce que pronto lo
socorrerá, luego de momentos previos de su petición. No pudo ser en
ese momento así que, mejor sería al día siguiente, porque hay compromisos que no
se pueden posponer. Mañana entonces, viene presto a la cita, previo desayuno franciscano,
de todos ellos, el más amigable, el pan noble con sorpresa y el humilde café servido.
Más el susodicho aprovecha la ocasión y le hace acordar al convidado de su
promesa solemne el día anterior.
Luego -dice- hablemos de los amigos, de política, el
país no puede esperar. Hay tanto que cuestionar, hay tanto que disertar...
Como no, razón tendrás seguramente, la vida tiene que
ser presente –agregó el amigo- aprovechando un sorbo del café.
Y así departiendo largo rato, entre los dimes y
diretes vacíos del gobierno, de la incongruencia presentada y el debate alturado,
pasaron parte de la mañana. El convidado se identificó de momento con los humos
dispersos de su pensamiento y desearon sin explicación, su apetencia más
generosa. Dijo que quizás para otra oportunidad, sería mejor el convivio con un
ovíparo desayuno y una bebida desafiante fuera de la frugal invitación de ese
momento.. Y claro, el otro solo pudo sonreír ante tamaña ocurrencia por decir
lo menos, en los comienzos de una mañana de sol...
Ya pasó entonces, el tiempo transcurrido, la urgencia del
compañero y casi terminando el convite le hace acordar otra vez, acerca de la promesa
acordada. Sin inmutarse, el dizque convidado, dice que no, que no tiene tiempo
y que la prisa es indispensable y que tiene que salir de su casa inmediatamente. Entonces,
sin que nadie lo esperara, explota en ira el amigo y airado le expresa su desconformidad. Que como es que promete el luego, luego y que así, no hay cuando termine la
mecedora de palabras.
El convidado responde:
Tú eres el “interesado” espeta sin remilgos y creído
de su razón.
Y Bélico de sobrenombre, estalla nuevamente y le recrimina
duramente su decir, su falsa amistad pregonada como si fuera la más importante
y compara su declaración con la de otro amigo en común que hacía poco lo habría tratado
mal aun de conocerse muchos años. Le recordó como es habiendo sido tratado así, ahora comete el mismo desatino de repetir el plato con él.
El desagradecido le contestó:
A ti solamente te gusta pelear.–Se defendió el “ofendido”-
sin reconocer su culpa y con el rostro colorado de la afrenta, se retiró sin
decir una palabra…
Luego quiso comunicarse con Bélico haciendo bromas y como si nada hubiera pasado. Él le recriminó su falta de ética entre otras cosas y por su “falta de tiempo” en algo tan sencillo. No era posible ese comportamiento viniendo de alguien que critica a todos no siendo capaz de verse a sí mismo como el gran imperfecto. El convidado pensó, todavía no ha aprendido el valor de hacer algo sin recibir nada a cambio. Confunde valor con precio -dijo finalmente Bélico- y en esta ocasión, no se equivocó...
Roque Puell López - Lavalle
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