De oídas te había oído
cuando era más joven en aquellas locuras y travesuras de estudiante. Pasa el
tiempo, pasa el mundo, pasa la juventud incontrastable, no sabía que el Señor
me había mirado y me había sacado del desastre. Supe que habías muerto por mí,
¡Cuántas veces me lo recordaron! ¡Cuánto más lo celebramos en la congregación!
¡Cantos gregorianos, aplausos, no lo sé!
Hasta que un día en los
meses que pasaron, cuando mi vida pendía de un hilo, pude comprender la
grandeza de tu amor por mí. Entonces, ya no fue igual, algo se había roto
dentro de mi ser y pronto comprendí que todo aquello era más fuerte que mi fe.
No decidiste morir por mí,
pusiste tu vida y la volviste a tomar porque en silencio subiste al Calvario.
Tu sacrificio no fue inútil, todos nos miramos, todos nos sobrecogimos y lo
hiciste en ese momento por todos nosotros…
Te clavaron en el madero,
gota a gota fue cayendo tu preciosa sangre, uno por uno perdonaste todos mis
pecados y falencias. Y aunque todos te abandonaron, lloró en silencio mi
conciencia. Pero luego resucitaste de entre los muertos, la muerte sorbida en
derrota ¡Ahora tengo segura mi partida en victoria!
Pero no son en estas fechas
que te debemos gratitud, son por todo el año que elevo mi eterna alabanza y
aunque ya los tiempos pasaron, ¡Gloria por siempre a tu nombre por morir por mí
en la cruz!
Roque Puell López - Lavalle