Silencio en las horas tenues, quietud en la habitación, sombras alrededor de la ventana y el grito del alma queda ahogado entre los pensamientos que dejan los recuerdos. Los más de ellos que vienen a la memoria y los menos que importan forman una historia, una vida en el pasado que se pierde cuando pasan lentamente los minutos. Sin embargo, es el tiempo que viene ahora como una vieja película y así conocemos entonces, nuestros grandes aciertos, descubriremos nuestros errores que se funden en una alegría o quizá en un pasado triste pensando el por qué no se hicieron mejor.
Es así que la conciencia pronto sale al encuentro del pasado, lo abraza para no perder el sentido de la verdad, lo besa para saber que es real pero el hecho imborrable de sus actos se traduce en preguntas sin respuestas, en lágrimas que brotan sin descanso y en anhelos que se dieron pero que llegaron a ser un rechazo. El orgullo queda entonces satisfecho, no se hizo pero se intentó, no se culminó pero se sembró. Luego se vieron las intenciones, las frustraciones que no hicieron mella en el ocaso de la vida. Desfilan como reclamos, como protestas que no llegaron a un final del bien que esperamos. Así las dudas y los temores se sintieron liberados ya que anduvieron en otro tiempo presos por las cadenas de opresión, por las cuerdas de la vergüenza y la maldad, por las frustraciones de no haber acabado lo que se empezó de esa manera. ¡Tremenda situación!
Y el hombre pobre e ignorante, al volver la mirada a la nostalgia y querer cambiarla, fracasa al saber que todo era una mentira. Si no se supo amar lo que la vida le entregó en ese momento, es un desprecio, una cobardía de miserables que va más allá de una traición. Cree que la ingenuidad del pasado y la claridad del presente las podrá crear para otra vez, edificar de nuevo. Pero ya es muy tarde, ya amaneció, ya dio vida los frutos de su siembra. Tal vez tenga presente la esperanza, tal vez entonces tenga el lugar de la fe a ciegas que dicen que no muere, pero más son las brechas que quedaron desiertas y los sentimientos vacíos que ya dieron su último adiós.
La luz de la mañana invade la invitación, tedioso fue el intento, inútil cambiarlo pero todo es imposible, el nuevo fulgor quiere nacer de nuevo pero no hay nada nuevo en ese momento. Se lo llevó el tiempo, la distancia, las nuevas emociones, las renovadas intenciones de que el futuro diferente lo iba a transformar. Se vuelve ciego por la luz, todo parece estar en tinieblas otra vez, sombras aparecen en la distancia y las velas negras son de la maldición que no lo espera. La amargura la vive de nuevo y la desgracia viene puntual, aquella que en este momento, ya no la puede evitar.
Por eso, en el revoltijo de las emociones y pensamientos, veo llegar lo que ya ha sido predestinado. Un augurio que no necesita presentación porque solo se manifiesta y no tiene reparos en demostrarlo. Es ese misterioso silencio de las horas brujas, es esa quietud en la habitación, son las sombras alrededor de la ventana que el alma ya no la puede soportar porque la hora de la muerte en vida, acaba de empezar...
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