sábado, 22 de abril de 2023

Los recuerdos

Dos amigos de un añejo colegio fiscal, se habían encontrado después de algún tiempo de no verse y pactaron reunirse en uno de los bares de la bahía llamado "Barbadillo" a unas cuadras del pintoresco malecón, cerca a la Capitanía de  Guardacostas.

Era aquél antro en mención, centenario de las incontables vicisitudes de los viejos lobos de mar, de esos singulares amigos, donde muchas historias del azul de ultramar se entretejían nobles y disparatadas entre los parroquianos del lugar. Al frente de ellos se veía la costa gris, neblinosa, eternamente fría donde los pescadores no cejaban en buscar las bondades del anchuroso mar.  

Decía yo por ese entonces: 

- Ya no veo a la niña mora, aquella de mis amores locos. Muchas aguas son las que ya han pasado bajo el puente y ya han aparecido enormes desniveles que han inundado mi ser que ahora, ya se encuentra verdoso y lleno de vida. Sin embargo, sabes tú Samuel que otra vez viene su recuerdo sin que yo lo llame al recurrente. Será tal vez, el sentir de sus besos que todavía hoy me acuerdo o será por las noches bravías en el lecho que fue nuestro o tal vez... y a la verdad, ha volado ya el tiempo del desencuentro.

Así pensaba mi amigo Blasco pero yo le dije:

-- Las dudas que te vinieron en este tiempo, fueron por la razón de no saber soportarla o porque simplemente no supiste retener el amor que ella te diera aunque si creo que te fueron dadas las sazones del momento por una justa razón; pero tú amigo querido, traicionaste sin más, sus penas y su terco corazón...

- No lo entiendo -me decía- no hubo ni siquiera los rastros ni los pertrechos, tampoco se dejaron cartas de esperanza de nada, solo quedó una magra despedida,  un silencio místico y testarudo pero...luego más adelante ellos nacieron y se descubrieron totalmente injustos. Así pienso yo, enojado a veces de tanta serenata...

-- Pero así son los recuerdos, ¿Qué vas a hacer? Regresan e insisten en tu historia, una y otra vez, pero eso podría ser el aviso de tu conciencia, entonces pues, a ver si ahora te arrepintieras de lo que hiciste y de verdad aprendieras, porque tú sabes bien que todo lo que hagas en este mundo, tiene una retribución. Más hoy, si no estás dispuesto a reconocerlo, tu conciencia nuevamente sufriría una sanción...

- Es verdad lo que afirmas, -decía el contencioso- ha pasado mucho tiempo y la niña mora a veces viene a mi mente como un ayer tardío, tal vez viene a clamar venganza por mi horrible inconsciencia como ocurriera la última vez. Pero lo que si recuerdo es que nunca más le hablé. Pero así sea lo que haya sido, la loca palangana siempre fue la siempre ausente...

-- Fíjate que tus recuerdos, nadie los llamó y ahí se encuentran ellos sin que los busques. Así de enterados están porque saben incluso, por qué se dio el embuste y por qué no se hablaron. Si en ese tiempo no los pudiste controlar, ocurriendo así los hechos como me cuentas, tan tremendos y tan impuros, ¿Qué podrías cambiar tú si es que pudieras? Pues nada, ya no hay más problemas que resolver...

- Sin darnos cuenta, nos habíamos tomado media caja de cerveza en medio de una nube del humo de nicotina del bar. No nos pedían la cuenta porque yo era el conocido y no daba pie con bola. Pero así pasó la tarde, cavilando y juzgando lo que en la vida pasada fue real al menos para mi. Pero me di cuenta que el gran recuerdo no sé irá hasta que yo mismo lo permita... 

-- Que las algas ya se corrieron, que las otras vidas se consolidan o que las rencillas ya se han complicado, eso Blasco, realmente, ya no importa. Lo que quedó en el tintero, en el misterio que lo aborda, nos vendrá siempre a la memoria: ¿Por qué serán los recuerdos tan inoportunos? ¿No será que todavía digo, que la quieres todavía?

- Pero yo, solo lo quedé mirando boquiabierto sin decir palabra y exhalando una bocanada de humo en su cara, por incrédulo como él era, me quedé sin moverme y solté una carcajada.. Él, sereno como era, solamente atinó a beberse lo que le quedaba en su vaso y terminó riéndose de mí burlonamente con todo lo que le argumenté...

Roque Puell López Lavalle

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