miércoles, 8 de mayo de 2024

El tremendo Juez


Todos los edificios de las grandes ciudades, tienen su historia, increíbles anécdotas y sus cuitas. Ninguno escapa a los caprichos del destino, sean estos buenos, malos y de repente inolvidables. Vivía a fines de los años setenta, un personaje peculiar que fue famoso porque antaño se pensó que esta edificación sería un Hotel de cinco estrellas pero la idea se desvaneció por los continuos problemas familiares que se formaban alrededor de ésta construcción.

En el quinto piso, vivía un hombre serio que nos llamaba la atención. Era entrado en años, de buen porte, de tez blanca y bien vestido. Supimos que era un letrado, Abogado en su juventud, terminó siendo un Juez del Poder Judicial. Pero, lo increíble era que tenía la costumbre de sentarse en una silla vieja para leer su periódico o cuánta literatura pusiera en sus manos en medio del patio, saliendo del ascensor pero todas las noches. Entonces, ¿Cuál era lo raro?

Pues, ¡Lo hacía en pijama y pantuflas! Una pulcritud a carta cabal, mirándolo de cuerpo entero. Un pijama de rayas azules algo desgastada pero bien planchada con un polo blanco que fungía de camiseta. A veces se presentaba con calzoncillos largos de lana, aquellos antiguos que algunos más jóvenes no podrían diferenciar. Sus pantuflas estaban bien cuidadas y lustradas como si fueran un par zapatos para salir a la calle. Pocas veces lo vimos con su terno azul caminando a paso lento, felizmente había ascensor. Su carácter era de un hombre culto, conversador y algo malgeniado, ya que también pudo regañar a un amigo que cantaba con su guitarra un piso más arriba donde él vivía. Mi madre encandilada con él pues como ella trabajó también en el Poder Judicial, tenían mucho tema de conversación.

Muchos en el edificio se reían de él, lo creían loco pues estaba desde las 9 pm hasta pasadas las 11 y era una costumbre graciosa verlo todos los días. Había vívido en el edificio Olchese del Centro Histórico e imagino q tendría miles de anécdotas que contar como alguna vez lo hizo, hablando del diario El Comercio, de los Miró Quesada y de la Lima que se fue. Según él, era una ciudad donde se podía vivir cómodamente. Mis amigos y yo teníamos las opiniones divididas pero siempre terminaban con nuestra aprobación de simpatía a un señor tan especial.

Pero todo esto no duró mucho en realidad. Pasó un corto tiempo y el “Tremendo Juez”, no era visto como todos los días. Estará enfermo –decíamos- otros especulaban diciendo que había salido de viaje o que tal vez lo visitaron los nietos. Eso no era probable pues se sabía que era un hombre solitario, no vivía nadie con él. Hasta que luego de algunas semanas, un olor fétido salía de su departamento. Los vecinos lo encontraron desnudo, muerto en su tina del baño con un serio corte en la garganta de la que sangró profusamente y luego morir sin ninguna atención. Se comprobó que no le robaron nada puesto que los que llegaron a entrar, vieron que todo parecía estar en orden. Entonces, se tejió la versión de una venganza. ¿De quién? Nunca se supo…

Roque Puell López Lavalle


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