Las campanas de una iglesia, sonaron por la tarde y parecían detenerse en el tiempo. Ellas provenían de un
lugar de mucha historia, quizá fue fundida en los comienzos del siglo pasado. El eco de su tañido
se escuchaba a pesar de la distancia y ahora me llamaba la atención porque yo estaba en
cama guardando salud y el sueño que pretendía llevarme al limbo me abordaba a cada momento. Sin embargo,
el dolor de mi cuerpo me detiene y no deja que prosiga mis deseos de escucharlas. El sabor
amargo que bebí del remedio no me deja en paz, los continuos dolores
adormecidos son los que ahora salen libertinos e indeseados para recordarme que necesito
descanso.
Pero no me trae abajo el que
mi pensamiento esté preso porque entonces me libero porque en ello no da
tregua mi esperanza que al final es más fuerte que la compañía que detesto.
Anhelo las caricias que están lejos, aquellas que ignoran la quietud de un
abrazo o las miradas que recuerdan el inicio de un singular pasado. Entonces la
vida, si se veía plena y el beso no tenía cabida para terminar en algo más que
palabras. ¡Qué recuerdos!
Pero ahora que estoy solo,
me alimento de historias figuradas, encuentro lo que pienso porque es real mi sentimiento que a todas luces, es una verdad. Toco con mis ojos
a las flores y arrebato en mi mano su alma. Las cuido queriendo así que no se
vayan nunca y me sería imposible no querer amarlas. La fortaleza de mi alma me
conmueve y me alegra su existencia. Lo que pueda venir no me amilana pero no
sé todavía, por cuánto tiempo.
No se me puede acabar el mundo
porque parte de la vida es sufrir sin motivos, querer sin que te quieran y esperar ingenuo, que la muerte te lo notifique. Mejor hubiera sido vivir con las armas del
caballero andante, así entonces, nuestras locuras tendrían algún noble ideal y
así mostrar a todos, el orgullo triunfante. Pero no es así, considero que esos relatos solo se
encuentra en los libros de mitos y leyendas pero aún respiras, en la tierra de los vivientes…
Pienso en Dios, no lo veo y solo sé que está conmigo, es suficiente ahora para mí que Él me entienda. Hay cuánta razón cuando dice que el alma que espera en lo que Él dice, no será defraudada y aun cuando tus fuerzas te hagan pisar el hogar de los invisibles, Él estaría muy feliz en recibirte. Sin embargo, ahora siento que las campanas ya no se escuchan, el sueño de otros tiempos ya ha terminado. Mi alma sigue volando, no tiene el final de mis historias burdas que durante mucho tiempo quedaron en silencio. Tal vez porque ya no estoy en el mundo de los vivos o será que en mi desvarío, mis ojos todavía te contemplan...
Roque Puell López -Lavalle
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