Vigilia de la noche, hoy me perteneces al encontrarte nuevamente queriendo buscar al Autor del cielo para hablarle porque en la soledad en que me encuentro, me es propicio y porque de alguna manera tú me escuchas todo lo que siento. Me das la paz para ordenar mis pensamientos y me regalas tu silencio para poder llorar contigo pero no sabes el consuelo que descubro para saber que no estoy durmiendo...
Tu frío intenso es mi cómplice, lo siento mío como si fuera una verdad absoluta. Lo sigo, lo intuyo, lo encuentro al fin y soy como él, indiferente y orgulloso. Es que quiero reinar como me enseña y quiero vestirme como lo miro, un témpano elegante. Me envías el viento fuerte, impetuoso, para abrigar mi alma y y cubrir mis temores con su fuerza, tal vez así pueda extrañar mis sueños presentes o recordar mis tiempos perdidos. Me regalas la lluvia temprana y persistente para humedecer mi rostro marchito por los años, dejando huellas en sus surcos generosos y así no perder la ilusión que estoy contigo.
Tú que haces pasar las horas interminables, los minutos largos, eternos, para tenerme despierto sabiendo que soy solo un peregrino y que pronto tendré una respuesta. ¡Feliz de haberte conocido! Tu rostro me ha confortado grandemente porque hablé con el Eterno y le dije que la lluvia, el frío, el viento, fueron los compañeros de respuestas interminables que tanto había anhelado.
Y si hay algo importante ahora, es que no me diste el tiempo necesario ni el cuidado para celebrar mis encuentros más preciados. Pero como sé que hoy estoy de amanecida, estoy muy agradecido por tu presencia y con aquella tan especial que me acompaña. ¿Será tal vez que hoy no es un día cualquiera?
Roque Puell López - Lavalle
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