Meditaba en mis pensamientos a la luz de unas
candelas en mi mesa y luego de algunos instantes llegué a preguntarme
seriamente: ¿Podrían todos olvidarme? Después de una larga pausa exclamé: Pienso
que los hermanos, las hermanas del Nombre, la esposa, los hijos, la pareja
lejana y los amigos, sí, todos lo podrían hacer en algún momento. El amigo se
pierde en el transcurso de alguna conversación, quizá en el recuerdo de lo que
él hizo o en las circunstancias que se dijeron con algún sentimiento. Así es el
tiempo ¿Verdad? Cuando todo lo que construimos se acaba, también se va la amistad,
solo queda dar un paso al cielo y quizás esto, tampoco ocurra en el momento.
A la pareja también se le puede ir el amor, pueden
ser los años, los cambios del carácter, la soledad o el resentimiento y… no lo
sé, tantas cosas nos pueden acontecer a la mayoría de nosotros. Pero ya no es
lo mismo, la ilusión no existe, la belleza y el deseo se extraviaron en la
añoranza de que el tiempo pasado fue mejor, en fin, para qué seguir. ¿Dónde
estaba el perdón entonces? ¡Ah! Este antídoto de seguro ya no fue considerado, se
alejó así de la solución al problema y dejó de ser un buen remedio para
arreglar las desavenencias.
Luego vinieron los hijos que se olvidaron del padre
cuando crecieron y nadie se dio cuenta. Se acabó el “te quiero pá” y ahora son
los briosos corceles, jóvenes desagradecidos algunos y otros son los que
vibrando como cascabeles se preparan para un futuro que es diferente al tuyo.
La vida de ellos son ahora sus ideales, cambiar el mundo es su consigna, tú les
enseñaste cómo hacerlo y ya solitos sin el consejo sabio, se las buscaron. Pero
lo que es nuevo hoy, revierte para su mañana en una esperanza. Y aunque ahora
no haya nietos o tal vez te sientas rodeado de ellos, ya quieres que sean como
tú, con tus mismas aventuras y aciertos, con la misma madurez que te corona.
¡Qué iluso eres! Sería el cielo conquistado por tu esfuerzo y aun así te
olvidarían de ti cuando se enteren que el abuelo al final descansó para siempre
de sus afanes.
¿Y la mujer que te dijo en el lecho que su amor era
infinito y que nunca te iba a cambiar por otro? Pues se perdió en el bosque de
su propia inmadurez. Solo fueron sus anhelos y sus sueños de adolescencia
frustrada. Ella fue tan sentimental, tan mística como el cuento del
"príncipe feliz" y solo su pretendido amor eran vanas palabras,
vacíos existenciales, enamorada del amor pero no del caballero que respetó su
pureza y su tristeza.
Ni pensar en la que huyó de ti sin valorar tus
sentimientos y que cobardemente se alejó sin alguna explicación por la gran
ofensa de sentirte por su vida responsable. Pero sabes, eres un ser humano,
finalmente te perderás en el laberinto de lo bueno o quizás de lo imposible
pero no sabrás lo que dijeron de ti y ni se acordarán de tus buenas intenciones
así te hayas enamorado sinceramente de ella. ¡Qué desilusión!
Luego hace su entrada la muerte, aquella que
siempre llega a la hora y el tiempo exacto. Ella convierte al ser humano en un
inmoral porque se lleva lo mejor de él. ¿Y lo que se construyó con las manos,
para quién será? Vendrán los falsos amigos a llorar por la amistad perdida y en
silencio solo fueron los grandes ausentes en las tamañas heridas de la vida.
Luego se buscarán a los hijos por las posesiones pero quedaron inconformes
porque el finado, se burló de ellos y no les dejó testamento.
Y aunque yo crea que al término de mi vida yo
visualizara miles de motivos para no avanzar, seguiré siempre adelante sin
mirar atrás. Sin embargo, otra vez me hago la misma pregunta en la soledad que
me visita hoy y en la herida que hay en mi corazón envuelto en un manojo de
clavos: ¿Pueden todos olvidarme? Sí, todos pueden olvidarme, pero Tú jamás mi
Dios, Tú jamás, podrás olvidarme...
Roque Puell López - Lavalle
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